DOI: https://doi.org/10.25058/20112742.n33.10

Marisol de la Cadena
University of California, Davis, USA
mdelac@ucdavis.edu

Resumen:

En América Latina la política indígena ha sido calificada como “política étnica”. Su activismo es interpretado como una búsqueda para hacer prevalecer los derechos culturales. Sin embargo, ¿qué pasa si la “cultura” es insuficiente, incluso inadecuada como noción, para pensar el desafío que representa la política indígena? Este ensayo se inspira en recientes acontecimientos políticos en Perú —y, en menor medida, en Ecuador y Bolivia—, donde el movimiento indígena-popular ha invocado entidades sensibles (montañas, agua y suelo, lo que llamamos “naturaleza”) en la arena política pública. Su argumento es triple. Primero, la indigeneidad, como formación histórica, excede la noción de política “como de costumbre”, es decir, un espacio poblado por seres humanos racionales que disputan al Estado el poder de representar a otros. Segundo, el actual surgimiento político de la indigeneidad —en los movimientos antimineros en Perú y Ecuador, pero también en eventos de celebración en Bolivia— desafía la separación entre naturaleza y cultura que sustenta la noción predominante de la política y su correspondiente contrato social. Tercero, más allá de la “política étnica” los movimientos indígenas actuales proponen una práctica política diferente, plural no por su promulgación por organismos marcados por género, raza, etnia o sexualidad (como sostendría el multiculturalismo), sino porque invoca no humanos como actores en la arena política.

Palabras clave: naturaleza-cultura, política indígena, movimientos antimineros, pluriverso, cosmopolítica, pluriverso, Andes, Latinoamérica.